Al igual que entrenadores físicos, necesitamos en ocasiones entrenadores holísticos, un coacher que nos encamine a aprender por nosotros mismos.
Laia Dublino
Socio director de Dublino y Asociados SL
Al igual que el adversario deportivo más importante es el que está dentro de nuestra mente y es más valioso que el adversario real, el cómo veo el problema es realmente el problema. Por ello, quizás la labor de un entrenador pueda ayudar a enfocar las situaciones con una posible y mejor objetividad.
Dicen que el coaching no es instruir a personas, sino enseñarles a aprender de sí mismos. Aprender de sus errores, sus posibilidades, sus límites o su conciliación persona/familia/profesión. Y aprender que los posibles frenos a nuestro crecimiento personal se hallan primero dentro de nosotros, y que la vida es aquello que se pasa mientras hacemos otros planes.
Mirar al futuro
Cuando somos un grupo de personas o equipos deberíamos pensar en el potencial y las posibilidades futuras, y no quizás en la historia pasada. No es bueno conducir mirando el espejo retrovisor, lo que podría condicionarnos profesionalmente en el concepto de crecimiento, personal y profesional futuros. En el mundo actual, en ocasiones es difícil pensar en clave de futuro, y lo que es más complicado, no estar condicionados por paradigmas y estructuras previas de nuestra mente.
Ideas desconocidas
En mis años de consultoría, muchas veces un simple brainstorming ha generado para una empresa un montón de ideas para tener en cuenta y, algunas de ellas, para poner en marcha inmediatamente. Es decir, cuántas cosas sabe de nuestra empresa la gente que nosotros desconocemos, y simplemente por el hecho quizás de un nivel de comunicación mejorable no hemos conseguido hacer aflorar del resto de nuestro equipo. Crecer profesionalmente e implicarse con la misión de la compañía, dentro de un cuadro de valores aceptados y desde la más rigurosa ética, da como resultado un orgullo de pertenencia que rompe límites. Woody Allen dijo que “el 90 % del éxito se basa simplemente en insistir”, y añadiría que si lo vemos realizable… es realizable. O como diría Virgilio: “Pueden porque creen que pueden”.
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En la relación que se establece entre el coacher (entrenador) y la persona a la que entrena (el jugador) se establecen una serie de condiciones que deben cubrirse:
- Las tres “C”: comunicación, conocimiento y confianza.
- Sentimiento de equipo.
- El coacher no da lecciones, sólo enseña al jugador a que aprenda de sí mismo.
- Se establecen objetivos que deben alcanzarse, y se delimitan lo más posible conceptualmente.
- Se establece igualmente una agenda temporal de trabajo.
- Se comprueba mediante feedback la meta conseguida.
La comunicación
Para el diálogo entre entrenador y jugador, ambos deben tener presente:
- No hay que expresarse, hay que hacerse entender. Hay que ir al cerebro, pero siempre a través del corazón; el recorrido nos obliga a este camino si queremos ser certeros en nuestra comunicación. Los sentimientos son los que mueven el mundo, y a las personas.
- La palabra comunica poco, el tono de la misma algo más, y la mayoría de nuestra comunicación es a cargo de nuestra expresión corporal y nuestra imagen dinámica.
- El 70 % de nuestro tiempo son relaciones con personas y con sentimientos, a nivel consciente o inconsciente.
- Tus palabras no necesitan ser explicadas, ni necesitan ser oídas, necesitan ser entendidas, y para ello debemos utilizar el mismo “idioma” que usa nuestro interlocutor.
- Hablemos con la verdad y la transparencia. No infravaloremos a nuestro interlocutor.
En la comunicación hay factores importantes que deben tenerse en cuenta:
- Las personas están por encima de las ideas.
- La comunicación no es fácil.
- Las presunciones condicionan a priori toda nuestra calificación final.
- Somos selectivos viendo y oyendo.
Tranquilidad y confianza
En la entrevista entre personas, debemos inspirar tranquilidad y confianza, y eso se consigue practicando algunas actitudes:
- Mirar a los ojos.
- Ofrecer confianza.
- Adoptar una postura corporal parecida al interlocutor.
- Ofrecer tranquilidad de ánimo.
- Escuchar activamente.
- Hablar el mismo “idioma”.
Cuidado con el primer minuto de conversación: es el inicio de la relación entre dos o más personas, las que marcan el condicionante previo de dicha relación. Con posterioridad a este momento, quizás nos pasamos el rato confirmando o rectificando nuestro rating inicial de dicha o dichas personas.
Sentimiento de equipo
Es necesario el sentimiento de equipo entre ambas partes, y esto se logra adoptando ciertas actitudes, como:
- Olvidar el individualismo.
- Comprender que 1+1>2.
- Asumir que la diversidad enriquece.
- Entender que la comunicación es mágica.
- Hacer propio el consenso del objetivo común, compartir el punto de vista del líder.
- Establecer relaciones correctas.
- Actuar desde la ética y la honestidad, entre otros valores.
- Aceptar las críticas, y saber exponer las críticas constructivas.
- Tener ilusión, optimismo, tenacidad y orgullo de pertenecer al nuevo tándem formado.
Los paradigmas o los filtros internos
Hay que tener cuidado con ellos, asumir su existencia e incluso su condicionamiento real. Son los condicionamientos personales previos, adquiridos y asumidos como reales, cuando no tienen por qué serlo. Actúan de filtros y son un componente más de nuestra selectividad audiovisual entre otros conceptos. Recordemos el cuento de cuando un pato nace junto con polluelos en una granja. En principio, cuando el patito nada en el estanque por primera vez, la gallina-madre se asusta y le requiere que inmediatamente salga, y a su vez el patito no entendiendo por qué, se enfada. Los dos tenían razón y sin embargo, por los paradigmas existentes, no era posible la comunicación.
Pasión
Es importante desarrollar pasión en todo lo que se haga, y cambiar la rutina: aunque no puedas elegir el trabajo, siempre puedes elegir cómo lo harás. Si no es así, podrías haber creado una prisión cuyas paredes serían la propia falta de fe en ti mismo y en lo que haces diariamente. Por eso, el riesgo de no hacer nada es peor que el riesgo de actuar. Nunca hay que olvidar que cada día, con cada elección, hacemos una obra de arte, algo que sólo uno puede hacer.