El mantenimiento de peces en un establecimiento requiere de una serie de operaciones que poco o nada tienen que ver con el resto de animales que puede haber en un comercio. Una de esas fases se refiere a la recepción de los animales en nuestras instalaciones.
José Ignacio López
Asociación Acuariófila de Sevilla
Lo primero que debemos hacer es plantear los pedidos de peces con lógica y con previsión en función del espacio disponible. Hay que tener claro dónde se ubicará cada especie y si hay que añadir algo a la decoración por necesidades específicas (escondites, troncos, etc.). Lo ideal es recibir los nuevos ejemplares en acuarios vacíos, ya que si necesitamos de alguna actuación farmacológica, la observación de la evolución podrá ser más eficaz, a la vez que no se impedirá la venta de otros ejemplares que ya tenemos en nuestras instalaciones. Una vez tenemos claro dónde ubicaremos cada uno, deberíamos preparar los acuarios; para ello hay que proceder a su limpieza:
- En caso de que el acuario tenga fondo de arena, moverla y sifonar para eliminar deposiciones y resto de comida de los anteriores habitantes.
- Enjuagar el material filtrante.
- Asegurarse de que la temperatura es correcta y de que los sistemas instalados funcionan (bomba, aireador, skimmer etc.).
- Hacer un cambio generoso de agua; lo ideal sería del 100 %, con su adecuada dosis de acondicionador y sal dependiendo del tipo de pez.
- Modificar las condiciones de agua para especies especialmente delicadas o para aquellas en las que el proveedor nos informe de alguna condición especial (por ejemplo, pH, densidad, conductividad).
- En el caso de peces de agua dulce, añadir una cucharada de sal marina por cada 40 litros; mejorará el equilibrio osmótico y los ayudará en caso de que presenten alguna rozadura por el transporte.
Todo esto deberíamos hacerlo al menos 24 horas antes de recibir el pedido, para asegurarnos de que todo va bien.
El transporte
Recibiremos los peces en una nevera de corcho blanco en cuyo interior estarán las bolsas con nuestros ejemplares. Lo primero que hay que tener en cuenta son las horas de viaje que han sufrido los animales. Cuantas más sean, mucho más lenta y delicada debe ser la aclimatación a las nuevas instalaciones. Los peces se transportan en bolsas cerradas, donde hay una pequeña proporción de agua, y el resto se llena a presión con aire comprimido. Dicho embalaje, aunque para el profano pueda parecer poco adecuado, es el ideal, ya que más importante que la cantidad de agua que hay en la bolsa, es asegurar el suministro de oxígeno durante todo el viaje. Asimismo, no es raro encontrar algunos ejemplares ligeramente “torpes”; esto es debido a la adición en las bolsas de algún químico que los “anestesia” ligeramente, impidiendo el nerviosismo de algunas especies y favoreciendo su transporte sin daños. Este estado desaparecerá en pocas horas, una vez el pez se encuentre con el agua del acuario.
La aclimatación
Si los peces llevan muchas horas de viaje debemos abrir las neveras ligeramente para que entre algo de luz con el fin de que los peces se vayan acostumbrando de nuevo a ella: unos cinco minutos con las tapas quitadas serán suficientes. En ese tiempo podemos evaluar su estado (ver si hay bolsas rotas, comprobar si falta algo, etc.).
Pasado este tiempo de aclimatación lumínica, pasaremos a la térmica. Con la práctica, al tocar la bolsa ya veremos si está muy fría o no. Mientras tanto, abrimos la bolsa con cuidado y con un termómetro vemos la temperatura. Si el transporte es de calidad, incluirá unas bolsas que generan calor y que evitan descensos excesivos de temperatura, sobre todo en invierno. La diferencia de temperatura entre la bolsa y el acuario donde queremos introducir el pez, nos dará una idea de lo larga o corta que será la aclimatación térmica. Iremos introduciendo las bolsas con cuidado en el acuario, dejando la parte superior de la bolsa fuera e impidiendo el contacto entre el agua del acuario y la de la bolsa. Así, poco a poco, el agua de la bolsa se irá atemperando.
La última fase es la de “igualar” las condiciones del agua entre la bolsa y el acuario. Esta fase es más importante cuanto mayor sean las diferencias entre ambas.
Paso al acuario
Cuando estamos seguros de que el pez está aclimatado, es el momento de sacarlo de la bolsa, pero debemos tener en cuenta que no es recomendable verter agua de la bolsa en el acuario, ya que con ella añadiríamos los posibles químicos que llevase (amoniaco, heces, etc.). Por tanto, hay que “separar” los peces del agua de la bolsa. Cuando son animales de cierto tamaño y poco número, lo más sencillo puede ser un salabre de tamaño adecuado con el que ir atrapándolos, pero esto generará un estrés innecesario a los animales. El método más sencillo es hacerse con un salabre de grandes dimensiones (de 18 a 20 cm es perfecto) y un barreño donde el salabre se apoye en los bordes, pero cuya red descanse sobre el fondo. Una vez instalada la red, se saca la bolsa del acuario y se vierte su contenido (con cuidado) sobre el salabre. Al estar la red en el fondo del barreño, el pez caerá, pero quedará dentro del agua; de esta manera, podremos observar y separar si hubiese alguna baja. Solo quedaría levantar el salabre, introducirlo en el acuario y dejar que los peces salgan solos a nadar libremente. Así, evitaremos la introducción del agua del transporte en el acuario.
Una vez en su nuevo alojamiento, sería ideal dejarlos sin luz para que se tranquilicen y observarlos por si fuese necesaria alguna intervención en las siguientes horas.