Las anémonas

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Los aficionados a la acuariofilia marina no sólo tienen en los peces sus especies favoritas. Uno de los retos que muchos de estos aficionados afrontan es el de la cría de anémonas, sobre todo por la curiosa atracción natural que los peces payaso sienten hacia este tipo de plantas, entre las que se encuentran a gusto. Además, sus formas y colores sirven para dar un toque de belleza y vistosidad que hace que los acuarios que las contienen sean irresistibles. No obstante, el mantenimiento de las anémonas presenta una serie de peculiaridades.

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Diversos tamaños

A pesar de tratarse de plantas, hay que tener en cuenta que las anémonas se mueven en su entorno. Se adhieren a la roca viva o al sustrato a través de su disco pedal, mientras que su boca se sitúa en la parte central del cuerpo, rodeada de tentáculos.

En los comercios especializados pue­den encontrarse distintos tipos de anémo­nas, con tamaños diversos, y esta debe ser una de las características principales que deberá tener en cuenta el aficionado que quiera hacerse con una. También es inte­resante conocer la forma en que han sido recolectadas, en caso de que provengan de un medio natural, ya que en algunas ocasiones pueden llegar con alguna lesión que posteriormente impida que se desa­rrolle con salud.

Otra de las peculiaridades que tienen estos organismos son las células urtican­tes de sus tentáculos. La capacidad irritan­te de estas células varía según el tipo de anémona, y salvo por motivos de alergia no resultan excesivamente peligrosas para los seres humanos, aunque en algunos casos son capaces de causar una picazón equivalente a la de las ortigas. Por eso, las precauciones nunca deben dejarse de lado cuando haya que manipularlas.

Necesidades

Como en otras especies de acuariofilia, el tamaño del acuario y las condiciones del agua y de luz son factores primordia­les para una buena cría de las anémonas. En este caso concreto, hay que tener en cuenta que algunas especies cambian de tamaño a lo largo del día, con lo que sus necesidades de espacio pueden ser su­periores a lo que parece a simple vista. Igualmente, necesitan de una buena cir­culación del agua, así que requerirán de un buen sistema de filtro y bomba para una subsistencia saludable. No obstante, también debe procurarse que las bom­bas no dañen las partes más delicadas de estas plantas, y puede ser convenien­te instalar una cubierta para evitar estos posibles riesgos del bombeo. En cuanto a la luz, las anémonas tienen relaciones simbióticas con zooxantelas, al igual que los corales, por lo que necesitan ilumina­ción para que estos organismos puedan realizar la fotosíntesis.

El agua

Es muy recomendable cambiar cada dos semanas entre el 25-30% del agua del acuario que contenga las anémonas, para reducir la presencia de nitratos y otros contaminantes que puedan resultar po­tencialmente peligrosos. También es bue­no utilizar un dispositivo de sifón para eli­minar los residuos de la grava del fondo.

El agua con que se reemplace la del acuario debe haber pasado por un proceso para eliminar el cloro, ya sea mediante el uso un acondicionador, mediante dispositi­vos de ósmosis inversa o, si no es posible de otro modo, dejando que se airee y ven­tile durante varios días. También deberían vigilarse los niveles de sal que tenga esa agua, y añadir la cantidad necesaria de sal marina si es preciso. Los filtros también deben revisarse periódicamente para evitar que se produzcan atascos u obstrucciones.

Ya que las anémonas son especialmente sensibles a las mínimas variaciones en los niveles de amoniaco, nitratos y nitritos del agua, es interesante contar con instrumen­tos que midan estas cifras, así como el nivel de sal. La evaporación o la introducción de nuevos peces en el acuario pueden hacer que varíen esos niveles, con resultados per­judiciales para las anémonas.

También debe saberse que las anémo­nas son muy sensibles al cobre, presente en la composición de algunos medica­mentos para peces. Si el aficionado tiene que tratar a sus peces con algún produc­to, es importante que antes compruebe que sus componentes no resultarán dañi­nos para las plantas.

Si la calidad del agua disminuye, puede darse una pérdida de color en la anémo­na, así como marchitamiento de la plan­ta, y putrefacción del cuerpo y el disco. Cuando se dan estos síntomas lo primero que debe vigilarse es si ha habido alguna modificación en los niveles del agua, pero si persisten una vez se han corregido ha­brá que consultar con un especialista.

Parámetros del agua

Aunque pueden aclimatarse a otros tipos de agua, en general las ané­monas son muy sensibles a la cali­dad del agua, y los parámetros recomendables son los siguientes:
Temperatura: 23-26 °C
pH: 8,1 a 8,4
Amoniaco: 0 mg/l (pueden tolerarse en cortos periodos hasta 0,01 mg/l)
Nitrito: 0 mg/l (pueden tolerarse en cortos periodos hasta 0,125 mg/l)
SG: 1,020 a 1,025 a 22-26 °C

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Alimentación

Las anémonas se alimentan de dos ma­neras diferentes. Por un lado, a través de sus zooxantelas, que a su vez se nutren mediante la fotosíntesis, por lo que es fun­damental que el acuario goce de suficiente iluminación. En estos casos, las anémonas presentarán colores vivos, y tenderán a ex­pandirse sobre una base regular.

Pero también pueden alimentarse de zooplancton e incluso de pequeños peces. En este caso se puede alimentar a las ané­monas manualmente, con una dieta en la que se pueden incluir camarones congela­dos pequeños (del tamaño de la boca de las anémonas) o mejillones. La frecuencia de alimentación será una vez cada dos se­manas, teniendo la precaución de retirar los restos de comida que no hayan consumi­do para que no se acumulen los residuos. Igualmente, también hay que recomendar a los aficionados que observen las pautas de alimentación de sus ejemplares, ya que cada individuo puede tener un régimen de alimentación distinto de otro.

Cría

Algunas especies de anémonas tienen sexos diferenciados, y otras son hermafro­ditas. No obstante, tanto unas como otras pueden reproducirse sexual y asexual­mente por gemación.

La reproducción sexual se produce a través de la producción de óvulos y esper­matozoides que desarrollan larvas planu­rales que nadan libremente. Posteriormen­te las larvas se asientan sobre el sustrato y forma un pequeño pólipo que comienza a alimentarse y crece hasta hacerse adulto. La reproducción asexual se produce por gemación de un adulto: una pequeña pro­tuberancia nace del costado de un indivi­duo, y forma una réplica del adulto.

 

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