Contraindicado el uso de collares eléctricos en perro (parte 2)

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El uso de collares eléctricos en perros plantea un riesgo para el bienestar de los animales y, en última instancia, para la salud pública, cuando tal uso deriva en mordeduras a personas, según explican desde el GEMCA, tal y como leímos en la primera parte. A continuación se detallan otros 5 problemas y riesgos asociados al uso de collares electrónicos en animales.

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6. Problemas relativos a su utilización en problemas de conducta

Según un estudio, la mayoría de los propietarios declararon usar los collares eléctricos mayormente para solucionar problemas de conducta (DEFRA AW1402, 2013). Sin embargo, los collares eléctricos no se recomiendan para el tratamiento de problemas de comportamiento porque no toman en consideración la causa del problema o la motivación tras el mismo, ni tratan de modificarla. Así, el problema puede empeorar, quedar enmascarado o terminar por expresarse de otra manera.

Los collares eléctricos están especialmente contraindicados en los problemas de conducta que tengan que ver con la ansiedad, el miedo o la frustración, por el peligro de que se intensifiquen estos estados emocionales y empeore el problema. Igualmente, están contraindicados en problemas relacionados con la agresividad, debido al riesgo de que aumente la aversión que el perro ya siente ante lo que la origina, con los riesgos para la seguridad ya mencionados.

7. Problemas derivados de su utilización como sistemas de contención o vallas invisibles

Los collares eléctricos asociados a vallas invisibles son llevados por los animales sin supervisión durante largos periodos de tiempo. Estos dispositivos no impiden la entrada de otros animales o personas o que el animal pueda escaparse en situaciones de elevada excitación (en cuyo caso no podrá regresar sin recibir una descarga). Además, como ya se ha comentado, pueden generarse asociaciones indeseables entre, por ejemplo, la descarga y los transeúntes que pasan por los alrededores o la salida al jardín. El riesgo para la seguridad hacia las personas con el uso de estos dispositivos se evidencia en un estudio que recoge cinco casos de ataques graves a personas (Polsky, 2000).

8. Problemas relativos a su uso por particulares

Las probabilidades de uso inapropiado por parte de los propietarios sin el conocimiento de los riesgos asociados a estos dispositivos ni de las situaciones en las que están especialmente contraindicados, así como la falta de habilidad para aplicar el estímulo eléctrico al nivel adecuado y de la manera correcta, son enormes. Según las encuestas, existen indicios de que los particulares ignoran o malinterpretan las instrucciones de uso de los collares eléctricos de manera sistemática (DEFRA AW1402, 2013).

9. Comentario sobre el uso por profesionales

Los defensores de estos dispositivos alegan que su uso es completamente seguro y humanitario cuando son utilizados por profesionales competentes. Sin embargo, incluso en las condiciones más benignas, se ha observado la elevación de marcadores de estrés en animales entrenados por profesionales especializados en el uso de los collares eléctricos (DEFRA AW1402a, 2013; Cooper et al, 2014).

10. La falacia sobre su mayor efectividad

Muchas personas piensan que los collares eléctricos son la única opción de tratamiento cuando se trata de un problema de comportamiento grave, que pone en peligro la vida del animal o la de otros. Sin embargo, no existen datos que apoyen esta creencia. Los estudios realizados hasta la fecha, bien basados en encuestas a propietarios o en la observación directa, revelan que el entrenamiento basado en el refuerzo positivo no sólo es igual de efectivo que aquél donde se hace uso de aversivos como el collar eléctrico, sino que, además, podría ser más eficaz (Blackwell et al, 2012; DEFRA AW1402, 2013; DEFRA AW1402a, 2013; Cooper et al, 2014; Arnott et al, 2014).

Esto se evidencia en un estudio reciente en el que se realizó el análisis en video de las sesiones de entrenamiento de 3 grupos de animales: uno entrenado con collar eléctrico por educadores especializados en la técnica, otro entrenado sin collar eléctrico pero por esos mismos educadores (usando premios y presión/tirones de correa), y el último entrenado con refuerzo positivo exclusivamente por educadores especializados en la educación en positivo. Se encontró que el grupo entrenado exclusivamente con refuerzo positivo llevó a cabo un mejor cumplimiento de los ejercicios practicados (la llamada y el sentado, en presencia de distracciones como ovejas u otros perros) al primer intento y presentó una menor latencia en la iniciación de la respuesta solicitada (China et al, 2020).

Conclusión

El coste en cuanto a pérdida de bienestar animal es demasiado elevado como para poder justificar el uso de collares eléctricos, dado que existen alternativas que son igual o más efectivas e inofensivas para el animal y su propietario. Además de los riesgos que conlleva su utilización bajo los parámetros recomendados por los fabricantes, su mal uso o abuso resulta demasiado probable. Por lo tanto, GEMCA siempre recomienda evitar el uso de collares eléctricos y utilizar en su lugar el adiestramiento basado en la recompensa.

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